taller textil




Taller de costura, bordado, crochet, experimental y tradicional. Confección de prendas, nociones básicas de molderia, intervención y reciclado de prendas, confección de apliques, patchwork, objetos textiles. Costura a maquina y a mano.

Clases semanales de 3 horas de duración, grupos reducidos.

informes e inscripción: solerdocia@gmail.com

el club del crochet y los banderines, por Silvana Moreno*

De sorpresa, en la semana del 14 al 18 de febrero, en el Viejo Hotel Ostende se pusieron de moda unos corazones de crochet, collares de lana naranjas, verdes, rojos…. Era una moda exclusiva. Secreta no, porque su razón de ser estaba anunciada en la cartelera: “una labor absolutamente portátil” (con un corazón real colgando de una tacha, incluso). Pero no era fácil hacerse de uno: había que ser familiar, amigo o algo así de alguno de los tejedores que sabían cómo convertir la lana en eso. O aprender a crochetear.

Así, 14 huéspedes más o menos adultos (más la anfitriona del hotel) y otros tantos menores de 10 años se decidieron a tejer crochet y armar banderines. Desde la señora que hablaba mucho hasta la chiquita que no hablaba nada, se juntaron durante cinco tardes donde menos soplara el viento.

Los resultados, apabullantes: tiras de banderines multicolores y multiformato hechos en un par de horas bien empleadas. Y, en crochet, cuadrados y triángulos barrocos, corazones, vinchas, pingüinos, pelotas rellenas, collares para Lulú, la perra residente, y - el hit - una especie de esponja marino-alienígena con volados irregulares y cascabeles. “No sé ni por qué ni para qué, pero me gusta”, declaraba, aguja número 4 en mano, una danesa de pelo corto platinado, mientras empezaba a tejer el que sería el alien de mayor tamaño de la temporada.

“Jamás hubiera imaginado que yo podría hacer algo así”, fue la frase recurrente en los encuentros. Es que todos los asistentes volvieron de las vacaciones con una habilidad nueva.

Ya es el segundo febrero que Soledad Erdocia extiende sus clases porteñas de labores al Viejo Hotel Ostende, a instancias de Roxana Salpeter, a cargo del lugar y una de sus alumnas preferidas de los sábados en el taller de Once. Erdocia asomó por Ostende el domingo 13 con una máquina de coser y su estampa misteriosa, tan años 40 y 2011 a la vez, a tono con el hotel y con las fotos de bañistas retro que cuelgan por ahí. Fue furor su capelina de rafia negra plegable comprada en una calle de París. “Estás vestida igual a una foto de Coco Chanel que tengo en un libro”, le dijo la diseñadora gráfica Julieta Ulanovsky cuando se la cruzó en el lobby.

Erdocia llegó, además, con su novio, el artista plástico Fabián Bercic, que en el horario de clases armaba una maqueta no fotografiable ( “top secret”, reconoció) de una iglesia rusa recubierta de fósforos (con las cabezas ya quemadas, bien ahí).



Anillos mágicos, autoestima y un choclo


Todos los días, un rato antes de las 5, cuando la playa se pone mejor que nunca (incluso cuando flameó la codiciada bandera celeste), bien poco detenía a los participantes. Hubo asistencia casi perfecta.

Sobre la mesa, de todo para elegir: lana celeste, roja, naranja, verde malva y esmeralda, manuales y agujas de crochet, tijeras, géneros variopintos, una soga, cintas al bies, agujas, alfileres con cabezas de colores, cascabeles, y un tupper amarillo con forma de choclo. Sólo había que elegir una disciplina, equiparse, seguir las indicaciones y largarse sin miedo. De repente, cobraban sentido palabras y frases como vareta, cadeneta, anillo mágico, medio punto, media vareta, vareta doble, vareta triple, punto enano… El primer día, pasaron los minutos y la alumna que empezó desconfiando de sus habilidades motrices terminó la clase emocionada y se fue con una forma alienígena que al otro día volvería crecida. Ideal para árboles de Navidad o guirnaldas sobre cunas de recién nacidos, se comentaba. “Este diseño es la legitimación del error, mientras más se descontrolen los puntos, mejor”, se alegraba Salpeter.

Entre otros, también pasaron por ahí una adolescente arty y habilidosa con su madre, las dos zurdas; una periodista en funciones apurada que pidió una clase express dos horas antes de que se fuera su bus a Buenos Aires; una alumna experimentada que llevó una treintena de banderines de lona recortados para rellenarlos de guata (“son almohaditas, me parece”, dijo un observador desconcertado), y hasta un hombre , arquitecto interesadísimo en el crochet, al que su mujer e hijos bebes acompañaban con orgullo. La anfitriona del hotel, tan atenta a las varetas como a trabajar vía teléfono, anunció que ya compró las lanas para tejer un cobertor con muchas piezas de crochet diferentes unidas.

En cuanto al grupo de menores, sólo se dedicaron a los banderines. Las lonas rayadas y los algodones estampados con flores mínimas y corazones fueron recortados de mil formas, menos de triángulos: flores, corazones, estrellas, cuadrados, hombrecitos, rombos calados… mejor, con la tijera zig-zag. En este rubro, el hit fue el modelo pulpo: un cuadrado con flecos.

Los encuentros empezaron en el jardín del parador, con el correr del viento se trasladaron a un parque en el hotel, y la lluvia del último día metió a todos en la cafetería.

Ya sobre el final, no se sabía bien si se trataba de un taller, una hermandad, una secta o qué.

Pero una tarde, cuando la familia del tejedor se disponía a abandonar la reunión, Galo, su hijo de dos años, le preguntó:

-Papá, ¿te quedás en el club?

Entonces, todo cerró: El club del crochet y los banderines era.



(*) Silvana Moreno es la alumna de los banderines rellenos.

taller de guirnaldas y banderines en el viejo hotel ostende!!!




















del 14 al 18 de febrero – Quién quiere tejer, quién quiere bordar, quién quiere hacer banderines junto al mar …?
taller de diseño y confección de guirnaldas y banderines de materiales diversos y crochet en el Viejo Hotel Ostende

lunes 14 especial banderines del amor!

informes sobre las actividades del hotel en febrero: http://www.viejohotelostendeblog.com/
info@hotelostende.com.ar